Realidad o ficción. Tal vez estemos más cerca de la primera que de la segunda. Uno de los objetivos que se marca la industria de la tecnología es hacer del cerebro humano un órgano más inteligente. Más listo. Más completo. ¿Acaso se ha llegado a su límite? Cuando uno saca a relucir esta pregunta, de pronto, siempre hay alguien que apela al mito, erróneamente atribuido al científico Albert Einstein, sobre que los seres humanos solo utilizamos únicamente el 10% de nuestro cerebro.
Un creencia popular muy extendida y arraigada, pero que apunta a que, con entrenamiento, podemos mejorar nuestra inteligencia. El camino que han empezado a explorar firmas del sector es llevar a la sociedad algún tipo de aparato o accesorio para activar y utilizar ciertas prestaciones del cerebro. Existe una corriente dentro de la investigación neurocientífica que se muestra a favor de del transhumanismo, de la mejora humana, y de dar un nuevo impulso en la evolución hasta alcanzar a lo que se ha denominado el posthumano, un «producto» humano basado en la neurociencia y la robótica. ¿Matrix?
Ya han comenzado algunas pruebas. Elon Musk, fundador de admiradas empresas como Tesla, tiene un nuevo juguete, Neuralink, una firma de investigación que propone conectar el cerebro a un ordenador en cuestión de cuatro años. ¿Para qué, se preguntarán? El objetivo primordial sin embargo tiene tintes filantrópicos. La idea del magnate sudafricano es poner el foco en la salud, utilizar la tecnología para ayudar a personas con lesiones cerebrales graves, es decir, acabar con las enfermedades neurodegenerativas. Pero, en la lejanía, puede contribuir al bienestar y comodidad de personas mentalmente sanas.
Para ello, según expuso la compañía en la presentación del proyecto, requiere de una interfaz que vincula, mediante unos sensores neuronales, a la persona directamente con el ordenador, permitiendo interactuar con ciertos programas que pueden interpretar las ondas cerebrales. Una propuesta que desde hace décadas se está investigando en el campo de la neurociencia pero que ahora, con la irrupción de empresas tecnológicas se puede decir que quieren anticiparse a un futuro en donde existan (tal vez en cinco o diez años) algún tipo de «gadget» comercial.
Musk no está solo en esta aventura. De la mano de una antigua directora de DARPA -la agencia de proyectos de investigación militar de EE.UU., Facebook ha puesto rumbo a un futuro conectado entre el cerebro y la máquina. Para ello, según desveló recientemente el propio Mark Zuckerberg, fundador, dueño y jefe de la multinacional americana, se requerirá de un aparato en forma de visor que, mediante una serie de sensores, traducirán los impulsos cerebrales en códigos comprensibles para un sistema informático.
Gracias a este invento, los responsables del proyecto creen que están en condiciones de asegurar que en cuestión de dos años una persona, con solo pensar una frase, automáticamente se escribirá en el ordenador. La ambición (sin límites) de la empresa que nació como una simple red social en 2004 es generar hasta cien palabras por minuto, un hito teniendo en cuenta que una persona, con sus dedos sobre la pantalla táctil de un teléfono móvil, puede escribir unas 27 palabras por minuto. Cuatro o cinco veces más rápido.
En 2012, un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan lograron fabricar un cable capaz de enchufar directamente el cerebro humano a una computadora. El ingenio era, sobre el papel, tan preciso que podía conectarse, incluso, a células individuales. También otro ingenioso proyecto supuso, en 2015, un prometedor paso. Investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) desarrollaron un método para estimular el cerebro mediante campos magnéticos sin necesidad de implantes ni de pasar por el quirófano, simplemente inyectando diminutas partículas magnéticas (nanopartículas).
Conectar el cerebro a una máquina es toda una realidad. Desde hace ya varios años se está trabajando en este campo y son muchos los grupos de investigación que dedican esfuerzo en intentar mejorar la interacción entre el cerebro y una máquina, como puede ser un ordenador. Sin embargo, hay que matizar que no siempre es sencillo, y «todo depende de cómo se va a llevar a cabo el control», asegura en declaraciones a ABC Ricardo Ron, Ingeniero de Telecomunicación por la Universidad de Málaga, quien sostiene sin embargo que «para poder controlar una máquina a través del cerebro es necesario poder tener cierto control de nuestras propias señales cerebrales».
En su opinión, para poder ejercer ese control, existen varias opciones. En un primer caso -relata- se puede ejercer un control voluntario de nuestras señales cerebrales «de manera bastante efectiva», pero para ello debemos esperar a que se produzca «algún tipo de estímulo externo», como un flash luminoso. Dicho estímulo externo, continúa, será generado por algún dispositivo. «Estos sistemas funcionan muy bien y tienen como principal aplicación el que una persona pueda controlar un teclado virtual a través de las señales cerebrales con la finalidad de escribir palabras y frases», sostiene.
Pero también -añade- en un segundo caso cabe la posibilidad de modificar las señales cerebrales sin necesidad de ningún estímulo externo, sólo a través del pensamiento. «En efecto, llevando a cabo determinadas tareas mentales se puede ejercer cierto control de nuestras señales cerebrales. Estas tareas pueden ser imaginar movimientos de las manos, de los pies, realizar una operación matemática mentalmente, ...) En este caso, estos sistemas son mucho más complejos de controlar, se requiere bastante entrenamiento y, por lo general, las señales de control suelen ser muy limitadas. Se sigue trabajando actualmente mucho para intentar mejorar esta interacción», apunta este experto.
Este experto avanza además posibles usos de estos sistemas informáticos. «Teniendo en cuenta que el control de estos sistemas no es siempre evidente, uno de los usos más interesantes sería para dotar de un canal de comunicación y control a personas que sufren importantes deficiencias en sus funciones motoras». Es el caso de los pacientes que sufren, por ejemplo, de Esclerosis Lateral Amiotrófica, los cuales pueden encontrarse totalmente paralizados. «Al no poder mover ningún músculo de su cuerpo, estos sistemas permitirían a estos pacientes poder ejercer cierto control sobre un dispositivo a través de sus señales cerebrales. A partir de aquí, las aplicaciones pueden ser infinitas, pero es verdad que siempre que se pueda controlar algún músculo del cuerpo, hay otros sistemas más eficientes en comparación con una interfaz cerebro-computadora», reconoce.
A vueltas con el «biohacking»
Estos proyectos que tantas líneas de texto dejan tras de sí en artículos y reportajes y sorprenden a cualquiera, sugieren una cara más sombría. ¿Será posible, entonces, «espiar» la mente humana? ¿Lo que piensan? No es descabellado, pues, que determinados expertos en bioética como el profesor de la Universidad de Zurich Roberto Adorno hayan manifestado sus duda sobre estos sistemas cognitivos. Al igual que él, Marcello Ienca, de la Universidad de Basilea (Suiza), han propuesto en un artículo en Life Sciences, Society and Policy una actualización de la carta de Derechos Humanos para añadir una nueva cláusula: el «hackeo» de mentes.
Fuentes: http://www.abc.es